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Boxeadores de Euskal Herria

Boxeo profesional:Paulino Uzkudun, presentado en el Madison Square  Garden ante Joe Louis como "El Toro Vasco"

Paulino Uzkudun, presentado en el Madison Square Garden ante Joe Louis como «El Toro Vasco»

 

Desde Uzkudun hasta Carrillo, los boxeadores de Euskal Herria han conseguido gestas sobresalientes en los últimos cien años

Suman 41 campeonatos de España en el terreno profesional y cerca de un centenar en el amateur

Día 13 de diciembre de 1935. Las calles de Nueva York están vacías y un frío viento barre las aceras y los parques. El único pálpito llega desde el interior del Madison Square Garden, donde el gentío -casi 20.000 almas- ruge desde la penumbra. Los destellos de luz se concentran en un diminuto cuadrilátero que suda en medio de la oscuridad. En ese altar dorado dos hombres semidesnudos luchan por sobrevivir a la historia mientras se pegan sin complejos. Uzkudun, de esqueleto ancho y lechoso, trata de atropellar a Joe Louis, un magnífico ejemplar afroamericano que guarda las distancias y prefiere la esgrima larga. Suena el gong por cuarta vez. Uzkudun arremete y engatilla la izquierda mientras descubre ligeramente su rostro; el negro lo ve y lanza un directo que se estrella entre la barbilla y la nariz del vasco, que cae de espaldas sobre la lona. Uzkudun se incorpora escupiendo dientes y cae de nuevo como un borracho que no sabe dónde asirse. Vuelve a levantarse y grita “come here, come here” a su rival, pero es demasiado tarde. El árbitro proclama vencedor del combate a Joe Louis, el Bombardero de Detroit, mientras el Toro Vasco cae como un saco sobre la silla de su esquina. El Toro tenía 36 años y el Bombardero 22. Dos años después Joe Louis se proclamaba campeón del mundo de los pesos pesados, entorchado que conservaría durante doce largos años.

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Muturka
Así acabó la carrera de Paulino Uzkudun, el mejor boxeador vasco de todos los tiempos, pero sus míticas hazañas siguen coronando el palmarés de un deporte que trata de asomar la cabeza tras más de tres décadas de relativo silencio, un deporte que arribó en Euskal Herria a principios del siglo pasado, cuando estudiantes e industriales bilbainos se atrevieron a importarlo de Gran Bretaña. En Nafarroa ya se conocía el muturka, pero lo que había llegado a Bilbao era un deporte más depurado, el “arte noble”, tal y como lo bautizaron los ingleses.

Isidoro Gaztañaga, «El Bello Izzy»

El 18 de noviembre de 1908 hicieron su entrada por la estación de Atxuri cuatro púgiles británicos que fueron recibidos por miembros de la Federación Atlética Vizcaina. Se organizaron dos veladas, el 21 y 22 de noviembre, y se completó el programa con exhibiciones de soka-tira y levantamiento de piedra. Algunos aficionados y estudiosos de la historia pugilística vasca se atreven a asegurar que estas fueron las primeras veladas de boxeo profesional en el Estado español, pero en Catalunya se discuten estos datos. Lo que sí es cierto es que las veladas fueron deficitarias, pero encendieron la mecha de un deporte que se instaló en seguida entre nosotros. En 1912 el Club Deportivo (en el edificio instalado en la calle Orueta, primero, y después en Alameda Rekalde) tomó las riendas y se apresuró a instalar un gimnasio. En aquellas instalaciones se fueron fogueando hombres como Montes, Etxebarria, Diógenes Felipe, Pinedo, Mateo de la Osa y Bruno Velar. En los años veinte los boxeadores vascos empezaban a destacar, no sólo en España. Hombres como Paulino Uzkudun (tricampeón de Europa), Ignacio Ara (nació en Aragón pero vivió en Maule), Isidoro Gaztañaga (“El Bello Izzi”) o Mateo de la Osa combaten por toda Europa y América.

Artetxe y Argote, primeros límpicos

La fiebre del boxeo se extiende por las principales ciudades de Euskal Herria, que alojan a los boxeadores en gimnasios, colegios, cines e incluso cafés (era muy conocido el Boxing Club de Enrique Mogrovejo, sito en la taberna Polo del Campo Volantín, en Bilbao). A Donostia llega Casalonge, ex entrenador del campeón mundial francés Georges Carpentier, y con él se entrenan los primeros púgiles guipuzcoanos. En 1923 el peso welter Vitoriano Palacios abandona el club Fortuna de Bilbao para afincarse en Vitoria-Gasteiz, y con él prende la llama de este deporte en la capital alavesa.

Paco Bueno en una foto de «El Diario Vasco»

En los años treinta y cuarenta la lista de gladiadores vascos se multiplica, destacando deportistas como el lekeitiarra Antón Gabiola (falleció a consecuencia de los golpes que le propinó el filipino Kid Logan), Fidel Arzeniega, Gabriel Zubiaga, José Luis Pinedo, Eloy Lafuente, los hermanos Quincoces (Isidro y Gabriel) o el errenteriarra Paco Bueno, que fue campeón de España de los pesos semipesados y pesados y que llegó a disputar dos veces el título europeo, con menos fortuna. Por su parte José Luis Pinedo protagonizó una de las anécdotas más curiosas que recuerdan los aficionados vascos. Se enfrentó en la misma velada contra los dos hermanos Quincoces. Venció al primero pero no pudo con el segundo, que le tumbó en el primer asalto.

Torneo del Boxeador Desconocido

En 1948 los boxeadores vascos se estrenan en los Juegos Olímpicos. Agustín Argote y Alejandro Artetxe viajan hasta Londres, aunque no consiguen medalla alguna. Más tarde seguirán sus pasos hombres como Agustín Senín (Tokio, 1964), Antonio Caballero (Seúl, 1988) y la pareja formada por Sergio Rey y Oscar Vega, que compitieron en Barcelona 92.

En 1949 se organiza por primera vez en el Club Deportivo de Bilbao el torneo al Boxeador Desconocido, una auténtica cantera de grandes campeones donde saltaban al cuadrilátero aquellos amateurs que no conocían la competición en ninguna de sus vertientes. José Ramón Argoitia, actor, ex practicante de boxeo y estudioso de este deporte, recuerda perfectamente aquellos años. “Había decenas de boxeadores en Bilbao y otros muchos repartidos por Gipuzkoa. En Bilbao se boxeaba en el cine Buenos Aires, en la plaza de toros, en el Euskalduna, en el Deportivo, y hasta se hicieron unos cuantos combates sobre una gabarra, en el río, cerca del puente de San Antón, pero sólo fueron dos o tres años y eran combates amateurs. En los cincuenta, etapa que yo considero como la segunda Edad de Oro del boxeo vasco, había muchos boxeadores en los barrios de San Francisco y en Urazurrutia; también había muchos deportistas de la Margen Izquierda, porque esa zona ha sido nuestro Bronx”. Uno de los gimnasios más reconocidos de la ciudad se encontraba en las duchas de La Concha, cerca de La Casilla. “Allí entrenaban Benito Canal y Madrazo, entre otros, a las órdenes de Doroteo Basabe”, apunta Argoitia, que recuerda otra anécdota curiosa: “En el bar Mendia, en la plaza Eguileor, había un ring pequeño y la gente de alta alcurnia se ponía los guantes y hacían el paripé, aunque a veces también se daban de verdad. Era curioso ver a los caballeros bilbainos haciendo boxeo”.

Benito Canal en una fotografía fechada en 2010 y firmada por «La Voz de Galicia»

En el campo profesional Argoitia se quedó prendado con el boxeo de Agustín Argote Marquínez. Campeón de España en peso ligero y welter, “tenía un espíritu killer”, asegura Argoitia, que apuntilla diciendo que “no he visto a otro como él”. En los años cincuenta se dio un relevo generacional y comenzaron a sonar otros nombres: “Destacaron Perico Llorente, Vicente Martínez y Mariano y Vicente Etxebarria. Años más tarde llegaron José María Madrazo, Antonio Ramos, Benito Canal y Luis Aisa, por citar algunos, pero hubo algunos más”. Los años cincuenta fueron marcan también el apogeo del boxeo en Iparralde, sobre todo en Lapurdi. Durante aquellas fechas destacaron André Drille (Miarritze) y Bitter Pepeder, peso medio y peso ligero, respectivamente.

Putas y pesas

José María Madrazo fue campeón de España en peso medio y en peso superligero, y se mantuvo en el campo profesional durante 15 años. Nació en el barrio de San Francisco (Bilbao) y antes de los 18 años tuvo que elegir entre el fútbol o el boxeo. Madrazo optó por el boxeo. “A mis padres no les hizo ninguna gracia, pero poco a poco se fueron acostumbrando. No me quejo de mi vida. He peleado en Alemania, Inglaterra e Italia, pues allí se ganaba más que aquí. En la Costa de Marfil, en el año 1964, cobré sesenta o setenta mil pesetas de la época, y he llegado a cobrar ciento y pico mil por un combate. En los años sesenta era mucho dinero”. Madrazo tira de recuerdos y los ojos se le encienden: “En Barcelona las chicas se acercaban a la puerta del hotel y yo les firmaba autógrafos. Luego la prensa escribía que yo era un mujeriego, pero yo no las conocía de nada, en serio. Me cuidaba mucho y no me acostaba con mujeres cuando estaba concentrado. ¡Ni loco! En San Francisco también me pasaba algo parecido, porque yo era un personaje conocido, y las putas iban a verme y a besarme”.

Madrazo asegura que el boxeo ha cambiado mucho y según él ahora “enseñan a los boxeadores a pegar, y no a boxear”. Para enseñar, apunta, “es imprescindible el haber boxeado”. “Además -incide- ahora tienen muchas ventajas que nosotros no teníamos. Comen mejor, se preparan mejor, y hacen pesas. A mí eso me hubiera venido muy bien. A los chicos de ahora los cuidan mejor, y me alegro de eso”.

Madrazo, primero por la derecha, con José Legra, en el centro, y el púgil canario «Sombrita» (Imagen tomada de caco-lasandunga.blogspot.com )

A finales de los sesenta otro personaje irrumpía como un torbellino en el panorama del deporte vasco. Se trataba de José Manuel Ibar Azpiazu, más conocido como “Urtain”. La afición vasca se volcó con este personaje al que sus promotores auparon hasta el Campeonato de Europa en medio de amaños y sonoras polémicas. Su estrella brilló durante una década y fue un fenómeno mediático sin precedentes en el mundo pugilístico. Acosado por las deudas, el morrosko de Zestoa acabó suicidándose en 1992.

En la década de los setenta y a comienzos de los ochenta los pesos pesados (Benito Canal, Urtain y Etxeberria) pasaron el testigo a los pesos ligeros. Andoni Amaña, un salmantino afincado en Eibar (paseó el nombre de su barrio, Amaña, por toda España), fue una de las grandes figuras de esta década, junto al bilbaino Agustín Senín. Amaña se proclamó campeón de España de los pesos welter en 1977 y fue campeón estatal de los pesos medios entre 1980 y 1984.

Antonio Sáez, «Andoni Amaña», a la derecha, en un combate ante José Hernández. Foto EFE

Pedro Revilla, árbitro internacional y presidente de la Asociación de ex Boxeadores y Amigos del Boxeo de Euskadi le recuerda con afecto y admiración. “Amaña destacó rápido en el terreno amateur y fue a la selección de España. Tenía pegada y lo que más me gustaba de él era que acosaba al rival hasta el final, no le daba un segundo de respiro. No era un estilista pero sabía combinar muy bien los golpes, fabricando series mortíferas. Lástima que en Euskadi no encontrara rivales de su talla; así, tuvo que ir a preparar el Campeonato de Europa a San Juan de Luz, un campeonato que no pudo ganar”. Revilla tampoco olvida a la otra gran figura de los setenta, Agustín Senín. “Cuando era amateur ya entrenaba con profesionales como Canal o Madrazo, lo que demuestra que tenía mucha categoría. Luego fue seleccionado para ir a las Olimpiadas de Tokio, aunque allí no tuvo mucha suerte y se quedó sin medalla. Era un zurdo valiente, un técnico con pegada, diría yo, fabuloso boxeador”.

Las últimas décadas

A principios de los ochenta el boxeo vasco se contagió de la tendencia general. En España el boxeo entraba en barrena. El gobierno socialista de Felipe González ninguneó al sector pugilístico, que quedó sumergido en una crisis de la que aún no ha podido salir. Los últimos campeones de España vascos han sido los alaveses Molinillo (1995), Juan F. Gálvez (2000) e Israel Carrillo (2009). Argoitia tiene su propia teoría: “José Luis Zelaia, en Gasteiz, y Josu Lopategi, en Bilbao, han seguido sacando buenos boxeadores, junto con otros entrenadores, pero el boxeo tiene mucha competencia y es un deporte duro. Es difícil que los chavales se arrimen a este deporte. Hay algunos nostálgicos que siguen tratando de levantarlo, pero lo veo difícil”. Esos nostálgicos se reúnen una o dos veces al año en el Centro Gallego de Zabalburu (Bilbao). Allí intercambian experiencias y sueñan con un futuro más halagüeño. “La labor de la Asociación es mantener viva la llama del boxeo, recopilando datos, organizando comidas, publicando una revista… No queremos que la gente olvide que el boxeo ha dado a Euskadi muchas alegrías”, recalca Pedro Revilla mientras hojea las más de 180 fichas de boxeadores vascos que guarda en un pequeño y oscuro camarote de Derio.

(Reportaje publicado por Iñaki Mendizabal en DEIA con el título «Gladiadores Vascos»)

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